viernes, 6 de junio de 2008

De Macondo mancuso

Reseña libro de Edgar Barrero Cuellar

Por Luz Marina López Espinosa

Recién había adquirido este libro, un amigo lo encontró en mi estudio, lo observó con curiosidad y me indagó por él. ¿Qué tal? me preguntó, a lo que le respondí que magnífico. ¿De qué trata? Le contesté que no sabía bien porque no lo había leído. ¿Cómo así? me contestó sorprendido. Le dije entonces que si no había visto el título. “¡Ah! Claro que sí. Tiene usted razón. Magnífico libro”.

Y sí, la lectura del texto no hizo sino constatar esa apriorística percepción. En medio de esa a la manera de corto circuito que se produce cada día en la mente de los colombianos bombardeada con noticias de guerra, violencia y vulneración de derechos humanos causando el efecto de anestesiarnos ante esos fenómenos que resultan incorporados a nuestra vida como la forma justa de las cosas, el libro de Edgar Barrero descorre los velos y nos revela la terrible verdad: es que la guerra no la libran los señores del poder solamente en los campos del Magdalena Medio y el Putumayo, esos sitios allá como tan alejados y con gentes como tan distintas de nosotros, sino que la libran ¡y de qué manera!, sobre nosotros, cómodos y asépticos citadinos que no sentimos el olor a pólvora ni el olor indefinible de la sangre. ¡Falsa apariencia! Vana ilusión.

Así que ya desengañados, hemos sido notificados por este estudioso de la sicología social cómo la guerra que libra el poder para imponer y mantener su injusta dominación, hace de nuestras mentes el primero y más importante campo de batalla. Y ahí estamos nosotros, inocentes, desprevenidos, colonizados en la comprensión y juzgamiento del mundo social y político, repitiendo como loros el discurso de los señores en cuyo favor obra la guerra. ¿Acaso no hemos oído con más pena que desconcierto a humildes desarrapados que jamás realizarán el sueño de unas vacaciones en Melgar, decir que gracias a la seguridad democrática “recuperamos las carreteras y ahora podemos movilizarnos libremente por el país?”

Y si es cierto eso del ochenta y cuatro por ciento de respaldo popular al Presidente Uribe, téngase esto como constatación de lo que este libro afirma: de cómo los mecanismos de guerra sicológica implementados a través de los aparatos ideológicos de dominación -fundamentalmente los medios masivos de comunicación-, alienan la mente del ciudadano y sin que ese se de cuenta, la tornan funcional, la hacen servil a los intereses del poder dominante, así éstos se hagan valer a través de la más impiadosa violencia. Violencia que resulta así justificada por las mayorías como inevitable y por tanto legítima en cuanto consustancial al bienestar de las mayorías, necesaria al “bien común”. Claro, quienes han inoculado esa cicuta ideológica se han cuidado de explicitar que el “bien común” son los intereses económicos de las multinacionales, el capital financiero internacional y de las oligarquías nacionales funcionales y dependientes de ellos.

¿Por casualidad fue Ud. uno de los que marchó el 4 de febrero y lo hizo impulsado por la honrada y profunda convicción de que era lo que correspondía a una persona justa y pacífica? Pero se ha preguntado acaso, por qué de ninguna manera le nacería ese impulso y menos esa convicción si le invitaran a marchar a favor de los secuestrados desparecidos? No se lo ha preguntado? Es que la indeferencia, la insolidaridad y el olvido fragmentados y sectoriales, son consustanciales a la guerra sicológica.

Siguiendo a Ignacio Martín-Baró y a Foucault, el autor e interesa sobre la conciencia del individuo definida como un saber sobre sí mismo, “saberse a sí mismo”, en contra de la conciencia deformada que son sus deseos y motivaciones producto de “juegos de verdad”, es decir “conciencia” de las cosas que le ha sido instalada desde fuera. Así el sujeto resulta siendo lo que la semántica de esta palabra significa: sujeto a alguien a quien está sometido.

La sicología social como disciplina liberadora, es la prédica de Barrero: que el individuo rompa los esquemas de pensamiento y acción que no le permiten ser y hacer más allá de lo que los que detentan el poder le han instalado en su cerebro.

A su vez y mientras la guerra y el terrorismo estatal se expanden, las lógicas de guerra en el nuevo campo de batalla sobre el que el libro llama la atención, naturalizan la muerte, justifican la desaparición de los opositores –“por algo sería”-, desproblematizan el tema en la conciencia de la gente, cultivan la indiferencia y desestimulan la actitud crítica hacia el orden establecido. Para ello, crean un entorno de de zozobra que angustia y aterroriza. No es casual que en las operaciones militares, los soldados adviertan a los campesinos a los que interrogan “por las buenas”: “si no habla, detrás de nosotros vienen los mochacabezas, y ellos si no vienen a hacer preguntas. Así que mejor confiese de una vez.”

1 comentario:

  1. Me parece acertado este comentario , los felicito que atres de esta página se vea la otra cara de Colombia

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