jueves, 28 de febrero de 2013

La población agrícola y tabacalera del Salado generaba más de dos mil quinientos empleos directos en el Carmen de Bolívar

Monumento a las Víctimas
Por: Román  Enrique Torre Redondo


“Veinte fusiles llegaron a mi casa una mañana,
y fusilaron la puerta y mataron la ventana”
Carlos Castro Saavedra


Mientras los asesinos gozaban por ver a la gente sufrir, ciertos campesinos lograron salir corriendo hacía un lugar mejor, y los que estaban retenidos fueron llevados uno a uno hasta el parque principal, ahí los pusieron a aguantar el inclemente sol mientras los paramilitares reían.



Las víctimas eran elegidas al azar, algunas eran señaladas por supuestos desertores, otras eran asesinadas por estar asustados. Mientras asesinaban, celebraban las muertes con música. Ahí también violaron a las mujeres delante de los habitantes del pueblo. Los sobrevivientes recogieron a los muertos al otro día y los identificaron en la iglesia, luego cavaron fosas comunes donde enterraron hasta 4 cuerpos juntos y así poco a poco se fue formando una de las peores masacres de la historia en nuestro país.


Finalmente, esta masacre dejo un saldo de más de 60 muertos y muchas personas desplazadas además de un pueblo destruido.


Esto lo narra un hijo de esa tierra que me vio nacer y crecer, al lado de mis hermanos y de muchos de los que hoy experimentamos el dolor y el vacío al cumplirse un año más del horrendo crimen del que fueron víctimas los habitantes de este laborioso poblado.


A todos los que han padecido tan duras penalidades por el desplazamiento  y  han regresado a su terruño, igualmente a quienes residen en otros lugares lo exhorto a seguir adelante, desbordantes de integridad, pletóricos de ejemplos y cávales.


En este aniversario en que evocamos la monstruosa crueldad de la que fue objeto nuestra población, debemos expresar ante la faz de nuestro  país y otras latitudes, que el martirio sufrido por la  gente de Villa del Rosario (El Salado), ha sobrepasado por su sevicia y crueldad a todas las demás en nuestro país, y que no podemos verla como algo aislado, sino como parte del exterminio de la región de los Montes de María. Sus raíces se hunden en las contradicciones sin resolver el carácter socioeconómico,  que ha sembrado de fosas comunes nuestra geografía, lo que nos señala de ser a nivel internacional, la nación con más numero de huérfanos, la segunda con mayor cantidad de refugiados internos y una de las más desiguales del hemisferio. Es por ello una imperiosa necesidad exigir con todas nuestras energías, como un acto de dignidad humana y un grito que reclama respuesta al Estado Colombiano, el resarcimiento integral que nos merecemos y  la reconstrucción de nuestro  tejido social, a pesar que sabemos que nuestros hermanos sacrificados no tienen precio.


Han pasado los años, pero ni el trasegar de los días ni el andar del tiempo ha podido cerrar nuestras heridas, hoy decimos que este holocausto pudo  haberse impedido, si nos hubiesen brindado la seguridad que era necesaria, cuando un grupo de hombres armados pertenecientes a las A.U.C.  se tomaron por primeras vez la población  el día 22 de abril de 1997, asesinando a una maestra delante de sus alumnos y a otros pobladores que se opusieron a su muerte en la plaza pública, también ese mismo día se llevaron maniatado a un dirigente comunal quien más tarde fue encontrado en una fosa improvisada, situación que produjo el pánico y el éxodo de más de seis mil personas, convirtiendo al salado en un pueblo fantasma, en donde solo se escuchaba el silencio de la soledad y en las noches abandonadas el aullido de los perros.


Pero nuevamente de manera demencial cuando empezaban a recuperarse del vil atropello, hordas   de paramilitares se ensañaron por segunda vez con nuestra población los días 17, 18, 19 y 20 de febrero del 2000, martirizando a sus anchas nuestra gente, persiguieron a los que huían para salvarse con helicópteros artillados y prendieron fuego alrededor del poblado, cometiendo unos de los actos más bárbaros en los anales de nuestra historia, al no haberse dado la oportuna intervención por  parte de las autoridades tanto en lo regional como en lo nacional.


Para no  hondar en detalles en honor a la verdad, la historia de Villa del Rosario (El Salado), debe ser escrita antes y después del desplazamiento, es de todos conocidos que la población agrícola y tabacalera del  Salado generaba más de dos mil quinientos empleos directos en el Carmen de Bolívar, lo que se traducía en un componente del desarrollo económico y social a nivel regional.


Nos atrevemos a vaticinar que pasara mucho tiempo, para que la población de Villa del Rosario (El Salado), retome a su senda, es necesario que la opinión pública  conozca que aunque han pasado los días después del segundo éxodo, su población no llega a más de mil doscientas personas y que más del 75% de sus habitantes continúan como diásporas disgregados en otras ciudades, viviendo en condiciones de extrema pobreza invisibilisados por la sociedad y abandonados a su suerte por parte del Estado Colombiano.


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