Por: Iñigo Egurrola Pueyo Y Luz Marina Lopez
“No es la crisis es el sistema el que está mal”
Indignados es el afortunado adjetivo con el que se bautizó desde los medios de comunicación a un grupo de personas que se manifestaron el 15 de mayo de 2011 en una convocatoria simultánea en 58 ciudades españolas. También se le conoce a este movimiento como el 15-M y como ‘Spanish Revolution’ en las redes sociales. Su objetivo es lograr cambios profundos en el modelo “democrático” y económico vigente.
El origen del 15-M surge principalmente en el descontento de la juventud y poco a poco, la gente toda que sufre la crisis, padres de familia, pensionistas y desempleados se han ido uniendo a esta iniciativa popular. Manifestándose contra la actual crisis y la gestión inhumana de la misma, enfocando su ataque hacia el sistema de mercado, sus políticos y banqueros. Las protestas espontáneas son las más nutridas desde que el país cayó en recesión en el 2008, y su componente principal son los jóvenes llenos de frustración por los perversos efectos de las medidas de austeridad, la indiferencia de los políticos y la falta de trabajo. La tasa de desempleo de España para los menores de 25 años se situó en el 43,5 por ciento en febrero, la más alta de los 27 países de la Unión Europea.
Una de las características de este movimiento es que no está dirigido por ningún partido político, líder ni organización social. El 15M busca recuperar la humanidad de un sistema y sociedad que perdió su espíritu y se apartó del bien de la sociedad en su conjunto, para hacer prevalecer el beneficio privado. El individualismo, que se exacerbó con el capitalismo socavó la moral y la ética del hombre. Todo se entendió en términos de progreso y crecimiento económico sin importar lo humano y ni siquiera el espacio físico que él habita. Deshielo, deforestación, sequías, desertización, plagas, avalanchas y huracanes son algunos de los efectos. Sólo hay que estar en una de estas manifestaciones para comprender cómo la solidaridad, la no violencia, el respeto y la conciencia de lo humano, lo colectivo y lo ambiental son los verdaderos protagonistas de este movimiento que desde hace meses se convirtió en un clamor mundial. Desde Madrid “contagió” al resto de capitales europeas hasta dar el salto al nuevo continente. Y ahí están los jóvenes –o no jóvenes, qué mas da-, ¡en Wall Street!, en Santiago de Chile y comienzan a asomarse en Colombia.
Gracias al poderoso mandato globalizador que se tomó el mundo dos décadas atrás para impulsar la economía de mercado, los problemas que hoy se presentan en España se extrapolan a todos los rincones del mundo capitalista. Mediante el internet y a través de las redes sociales se gestó el 15M que motivó y lanzó a la calle a todas las gentes también globales que padecen la crisis, denunciando a la clase política como servil agenciadora del sistema neoliberal –bancos, corporaciones y multinacionales- generador de un mundo más injusto y desigual.
La relación entre democracia y capitalismo se resquebraja y pone en evidencia en la medida en que el 99% de los habitantes regidos por este modelo político-económico está controlado y gobernado por el 1%, que acapara riquezas, medios de comunicación, bancos y las materias primas de casi todo el globo terráqueo.
La burguesía fue el catalizador del capitalismo, que para poder irrumpir y consolidarse hace tres siglos confrontó al feudalismo reivindicando e instalando en el imaginario y el consciente popular unos derechos del hombre, punto de partida de los después consolidados derechos de primera y segunda generación. Ya no serían entonces sólo la vida, la libertad la intangibilidad de la conciencia y las cautelas contra el atropello y la tiranía, sino también la libertad de escoger oficio y ejercerlo; la jornada laboral de 8 horas, el descanso y las vacaciones, la pensión de vejez y la seguridad social entre otras. Y se continuó ascendiendo en el justo propósito de la obtención de derechos como se habría de suponer era la razón y el deber ser de la existencia del Estado, hasta que satisfechos al menos nominalmente los de la esfera individual, se legisló sobre las aspiraciones colectivas del género incluidas las de las generaciones por venir. Se adoptaron entonces en lo nacional y en lo internacional los derechos de la humanidad a vivir en paz, a conservar el medio ambiente, y a la solidaridad.
¡Como si los gestores del mundo vislumbraran lo que estaba por venir!
“No es la crisis es el sistema el que está mal”
Indignados es el afortunado adjetivo con el que se bautizó desde los medios de comunicación a un grupo de personas que se manifestaron el 15 de mayo de 2011 en una convocatoria simultánea en 58 ciudades españolas. También se le conoce a este movimiento como el 15-M y como ‘Spanish Revolution’ en las redes sociales. Su objetivo es lograr cambios profundos en el modelo “democrático” y económico vigente.
El origen del 15-M surge principalmente en el descontento de la juventud y poco a poco, la gente toda que sufre la crisis, padres de familia, pensionistas y desempleados se han ido uniendo a esta iniciativa popular. Manifestándose contra la actual crisis y la gestión inhumana de la misma, enfocando su ataque hacia el sistema de mercado, sus políticos y banqueros. Las protestas espontáneas son las más nutridas desde que el país cayó en recesión en el 2008, y su componente principal son los jóvenes llenos de frustración por los perversos efectos de las medidas de austeridad, la indiferencia de los políticos y la falta de trabajo. La tasa de desempleo de España para los menores de 25 años se situó en el 43,5 por ciento en febrero, la más alta de los 27 países de la Unión Europea.
Una de las características de este movimiento es que no está dirigido por ningún partido político, líder ni organización social. El 15M busca recuperar la humanidad de un sistema y sociedad que perdió su espíritu y se apartó del bien de la sociedad en su conjunto, para hacer prevalecer el beneficio privado. El individualismo, que se exacerbó con el capitalismo socavó la moral y la ética del hombre. Todo se entendió en términos de progreso y crecimiento económico sin importar lo humano y ni siquiera el espacio físico que él habita. Deshielo, deforestación, sequías, desertización, plagas, avalanchas y huracanes son algunos de los efectos. Sólo hay que estar en una de estas manifestaciones para comprender cómo la solidaridad, la no violencia, el respeto y la conciencia de lo humano, lo colectivo y lo ambiental son los verdaderos protagonistas de este movimiento que desde hace meses se convirtió en un clamor mundial. Desde Madrid “contagió” al resto de capitales europeas hasta dar el salto al nuevo continente. Y ahí están los jóvenes –o no jóvenes, qué mas da-, ¡en Wall Street!, en Santiago de Chile y comienzan a asomarse en Colombia.
Gracias al poderoso mandato globalizador que se tomó el mundo dos décadas atrás para impulsar la economía de mercado, los problemas que hoy se presentan en España se extrapolan a todos los rincones del mundo capitalista. Mediante el internet y a través de las redes sociales se gestó el 15M que motivó y lanzó a la calle a todas las gentes también globales que padecen la crisis, denunciando a la clase política como servil agenciadora del sistema neoliberal –bancos, corporaciones y multinacionales- generador de un mundo más injusto y desigual.
La relación entre democracia y capitalismo se resquebraja y pone en evidencia en la medida en que el 99% de los habitantes regidos por este modelo político-económico está controlado y gobernado por el 1%, que acapara riquezas, medios de comunicación, bancos y las materias primas de casi todo el globo terráqueo.
La burguesía fue el catalizador del capitalismo, que para poder irrumpir y consolidarse hace tres siglos confrontó al feudalismo reivindicando e instalando en el imaginario y el consciente popular unos derechos del hombre, punto de partida de los después consolidados derechos de primera y segunda generación. Ya no serían entonces sólo la vida, la libertad la intangibilidad de la conciencia y las cautelas contra el atropello y la tiranía, sino también la libertad de escoger oficio y ejercerlo; la jornada laboral de 8 horas, el descanso y las vacaciones, la pensión de vejez y la seguridad social entre otras. Y se continuó ascendiendo en el justo propósito de la obtención de derechos como se habría de suponer era la razón y el deber ser de la existencia del Estado, hasta que satisfechos al menos nominalmente los de la esfera individual, se legisló sobre las aspiraciones colectivas del género incluidas las de las generaciones por venir. Se adoptaron entonces en lo nacional y en lo internacional los derechos de la humanidad a vivir en paz, a conservar el medio ambiente, y a la solidaridad.
¡Como si los gestores del mundo vislumbraran lo que estaba por venir!
Posteriormente, la burguesía que desplazó al feudalismo pasó a convertirse en la sumisa gestora de los intereses de los grandes consorcios y capitales transnacionales. Poderes que obran como Estados, que están en todas partes y en ninguna. Esa nueva clase que emergió encontró en el capital a su vez un nuevo “dios”, este monstruo exigía la adopción del crecimiento ilimitado como ley universal. De esta modo pudo expandirse para reinvertir la acumulada ganancia, y ello no sería viable sino al precio de adquirir más –muchos más- terrenos, absorber las pequeñas empresas, eliminar el sistema y la gestión públicos, y tener libre acceso a las fuentes de materias primas y recursos energéticos de todo el mundo. Esa expansión del neocolonialismo económico fue invadiendo los mercados de los países del ámbito capitalista y sus países satélites, que seguían mirando a las antiguas metrópolis, alterando las reglas del juego a su antojo
En este contexto, el sistema sustituyó al Antiguo Régimen para imponer al mundo el nuevo credo que enseña que quién manda es el capital y no la sociedad. El flamante sistema productivo exigía la creación de otro orden mundial con una legislación imperial hecha por los países capitalistas por excelencia: EE.UU, Francia, Gran Bretaña y Alemania. A su vez crearon instancias mundiales para regir la nueva institucionalidad: la OTAN, el FMI, la Organización Mundial de Comercio, el Banco Mundial, el peligrosísimo Tribunal Penal Internacional para los remisos, y lo ya insólito, los cinco países con poder de veto y de voto –incluido el de destruir naciones- en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Es decir, ya sin disimulos ni florituras, el dedo en el gatillo para advertir que ese arsenal de la OTAN no es simbólico ni está como adorno. De esta clara y contundente forma, se erigió al capital como la nueva monarquía absoluta esta vez de índole universal. Pequeños se ven Carlos V y Luis XVI. En este imperio sí que de verdad no se oculta el sol.
Este nuevo orden no fue consultado a los pueblos. Fue impuesto bajo la argucia del progreso ilimitado, la creación de empleo, la defensa de los derechos humanos, la lucha contra el terrorismo y la liberación de los pueblos oprimidos, además de la instalación de democracias – al modo occidental- capitalista-, allí donde estructural y culturalmente era imposible. Se nos vendió una historia alegre y halagüeña que con el tiempo se reveló pesadilla. Consumimos sus mentiras y su materialismo, su glamur y su frivolidad muy bien vendidas por los más media –la televisión en especial-, adormeciendo nuestras mentes e instalándose la resignación. La crisis mundial emergió en el 2004, despertando mentes y conciencias del sueño capitalista.
En lo relativo a las particularidades de la crisis en España y en gran medida en Europa, el pueblo descubre de pronto que su sistema no es democrático, ya que no se basa en el bien común. Para ilustrarnos, una muestra muy significativa: los rescates bancarios han comprometido 5,3 billones de dólares de los Estados europeos; más de 15 veces la deuda pública griega, o más de cuatro veces el gasto público en educación y sanidad de los países de la Unión. Se rescata a los culpables de la crisis, mientras que Europa hay un 50% más de pobres con relación al año 2.000. Cien millones de pobres al día de hoy. En España, un tercio de las familias no pueden llegar a fin de mes. La democracia también se contabiliza en dinero; así, la redistribución de la riqueza y el rescate pactado, beneficia a los agentes privados o gubernamentales responsables de la inequidad y de la crisis, no al pueblo. A éste se la carga poniéndolo al borde del colapso.
Uno de los principales males que agobia a la sociedad española es el inédito nivel del paro. Debido a la crisis en la construcción, siendo este el principal sector productivo español, muchas empresas cesaron su actividad y en consecuencia despidieron a una gran cantidad de trabajadores. Entonces, no había tanta demanda de viviendas debido al precio abusivo de la misma y al empobrecimiento de la gran mayoría de la sociedad, se construían casas que luego no se vendían. Muchas pequeñas y medianas empresas que daban servicio a grandes compañías u ofrecían servicios generales cerraron por la crisis. Y precisamente estas empresas son las que producen mayor número de empleos en España. Los bancos restringieron severamente las líneas de crédito, congelando el circuito económico al que estábamos acostumbrados. No les quedo otra alternativa a las Pymes, financiadas con ese crédito, que declararse en quiebra o reducir drásticamente su número de trabajadores. Mas la destrucción de empleo en otros sectores como el de servicios, todo en aras de subsistir ahorrando gastos. Otro efecto más de esa destrucción sistemática de empleos es el embolsamiento de generaciones recién salidas de las facultades universitarias al mercado de trabajo, que en la actualidad suman una cantidad entorno a los 5 millones personas, que a su vez la mayoría ingresaron directamente al computo nacional de desempleados. El paro total fluctúa alrededor del 20%-21% a nivel nacional, y el de los jóvenes cerca del 40%.
Los planes de ajuste aprobados desde las instituciones supranacionales (FMI, BM, Parlamento Europeo, BCE) someten a países y soberanías a medidas internas no consultadas ni votadas. El pueblo no tiene voz respecto a cambios trascendentales que les afectan ¿Habrase visto?
En España el 80% del empleo proviene de las PYMES -Pequeña y mediana empresa-. El 50% de estas no obtiene financiación de la banca privada que ya no otorga los créditos que antes concedía sin reparar en salarios ni propiedades. Las entidades bancarias, supranacionales en su mayoría, reciben dinero barato al 1% del Banco Central Europeo, para ser invertido con utilidad en deuda pública en vez de financiar el empleo. El Banco Central Europeo y la Comisión Europea, que promueven el “pacto por el euro”, privilegian a las grandes empresas en detrimento de las PYMES, aumentando el desempleo y agudizando la regresión social.
La oferta del trabajo en España depende del modelo productivo pactado desde hace muchos años por la clase política, es decir el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español PSOE, basado en construcción y ladrillo. Sin embargo, no repararon en lo perfectamente observable para una significativa parte de la sociedad, la gestación de una burbuja inmobiliaria de proporciones brutales.
En el parlamento Europeo, donde se votan las medidas acerca del modelo económico, el 70% de ellas fueron consensuadas entre el PP y por el PSOE, tales como los planes de ajuste y el pacto del Euro que tan directamente nos afecta. Estos planes de ajuste producen más desempleo, empobrecen a la población, provocan la baja de salarios y la reducción de las condiciones laborales, afectando al llamado Estado de Bienestar. Desde el pacto del euro se sugiere la privatización parcial del sistema de sanidad, pensiones, etc. Y así reducir el gasto público.
La solución de las PYMES pasa por la creación de una banca pública que maneje de forma directa la línea de crédito para las mismas, orientada a un nuevo modelo productivo por construir, ya que el anterior no es sostenible ni asumible.
Si la banca privada continúa como hasta ahora, seguirá sin cumplir la función social que se requeriría –no se trata de que hagan caridad ni que deje de ser negocio- porque la financiación de las PYMES será inexistente o condicionada a altos intereses. La banca privada recibe dinero al 1% del Banco Central Europeo sin ningún tipo de condiciones, y cuando esta institución europea rescata a los países -a la banca que es la tenedora de títulos de deuda pública-, lo hace a Grecia ¡al 4%! y a Portugal ¡al 6%! Esto muestra la codicia imperante; algo funciona mal; alguien se está haciendo el tonto y alguien se está pasando de vivo….
Así pues, Joseph Stiglitz, prestigioso Premio Nobel de Economía, ha dicho categóricamente y al oído de los concernidos: “la crisis financiera mundial no se podrá nunca solucionar, si no se recluye en prisión a los grandes banqueros causantes de ella.”
Se acabó el cuento de la competitividad y de atraer capitales: el 80% del empleo en España lo crean las PYMES que no exportan su producción; por lo tanto, si queremos salir de la crisis necesitamos que haya salarios, y que sean suficientemente fuertes. Es llamativo que de 1994 a 2006 los salarios reales hayan caído un 6%; la participación en la renta de los salarios ha caído un 8%. Nos empobrecemos desde hace décadas. Eso sencillamente repercute automáticamente en las ventas de las PYMES. ¿Para qué nos vamos a ir fuera si tenemos dentro la necesidad de crear empleo?
Es indecente decir que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Que todos somos culpables de la crisis, es falso. Los salarios han ido cayendo, los precios han ido subiendo, han subido más que los salarios; los beneficios empresariales medidos en su valor en bolsa, como de dividendos y de salarios de sus altos ejecutivos, sobre todo en las más grandes corporaciones, han crecido muy por encima de los salarios. Estamos en una burbuja inmobiliaria que le ha permitido a una familia tener una vivienda, pero esta es una necesidad básica no un bien de lujo, como se está comportando en esta economía. Esa burbuja ha beneficiado a un determinado sector: las inmobiliarias, las constructoras, la banca que las financia, las firmas comisionistas. Por tanto, no podemos hablar de igualdad de responsabilidades en la crisis; es más, deberíamos considerar de facto la vivienda un bien de primera necesidad, tal y como señala la Constitución Española. Hay que crear un stock de alquiler de vivienda pública con destino a los que la requieran, y por supuesto solucionar a corto plazo los problemas de los 300.000 desahuciados.
No podemos aceptar que con el salario y las condiciones laborales establecidas no se pueda acceder a una vivienda de alquiler, y tampoco que se tenga que recurrir a las hipotecas abusivas, que los bancos nos brindan alegremente para después despojarnos del techo. No es lógico que haya gente que no pueda tener bajo qué cobijarse, mientras un porcentaje pequeño de la población tiene bajo su propiedad muchas viviendas. Es de obligación moral y de racionalidad económica establecer impuestos a estas viviendas, muchas de las cuales permanecen vacías. En este grupo se deben incluir las propiedades inmobiliarias de la banca privada, que tiene en stock una gran cantidad de viviendas debido a los desahucios.
Toda esta crisis generó una apatía respecto a la política y a los políticos, sobre todo entre la juventud. La gente salió a la calle el 15-M principalmente por motivos socio-económicos; seis de los ocho puntos del manifiesto de la democracia real hacen referencia a la economía. El hartazgo frente a los políticos se deriva de que estos son el elemento visible del “poder” y tienen gran responsabilidad en lo que ocurre, porque han permitido mediante políticas legislativas y administrativas la conquista del país por el sector financiero y privado.
La financiación de los partidos, sus campañas y el entronque político-empresarial
Democracia es también transparencia, ésta debe comenzar por los partidos que son los principales actores políticos del sistema. Ellos representan a la gran mayoría del pueblo que les vota, no puede ser que sirvan al capital por encima del bien social del que suponen ser voceros. Los dos principales partidos, PP y PSOE, forman parte de esa élite social que controla nuestra economía. Los consejos de administración de la empresas que figuran en el IBEX están compuestos por mil cuatrocientas personas, que representan al 0,035% de la población. Estas personas manejan una cifra de negocios del 80% del PIB de España, y constituyen las grandes oligarquías del pasado franquista, que tienen en sus manos la mayoría del capital financiero del país. Por lo tanto, es necesaria una segunda transición, ya que la primera parece no haber sido muy efectiva en cuanto a la redistribución de una riqueza que fue robada o conseguida mediante formas ventajosas, y “amarradas” con la complicidad del régimen dictatorial.
Desde luego, esas élites están firmemente comprometidas e interesadas en la elección de sus partidos y agentes en los cargos políticos. Lo hacen porque saben y pueden, financiando las campañas electorales y poniendo los medios de comunicación a su disposición, creando o destruyendo prestigios, vertiendo veneno en forma de ideas sesgadas y parciales, burda subjetividad que cala en el imaginario del pueblo.
¿Cómo se puede construir una democracia real si desde sus orígenes es desigual? Es fácil dejar votar al pueblo y participar en una aparente democracia; sin embargo los políticos que gobiernan alternativamente están controlados por las grandes corporaciones empresariales, junto con la banca. Nos hacen creer que al votar somos libres, pero no será nuestra voluntad la que se imponga, sino la de quienes controlan efectivamente un país en términos económicos y políticos. Se da el caso de que muchos políticos de los que han gobernando históricamente en esta “democracia”, cuando abandonan esa actividad entran a formar parte de los consejos de administración de estas grandes empresas del IBEX, lo cual ejemplifica la relación político -empresarial existente. Ejemplos, Zaplana en Telefónica, Aznar, Gonzales, y Rato en la banca. En general, casi todos los ex ministros que han pasado por el gobierno en los últimos 25 años han desembocado sus carreras en la empresa privada.
Hay que señalar que el sistema está corrompido, además de que se está generalizado el fenómeno desde las empresas, bancos, políticos, gobiernos y municipios. Todos ellos participan de este juego perverso, donde sólo ellos salen beneficiados, y los ciudadanos de a pie son las principales víctimas. El fraude fiscal representa en España entre el 20% y el 25% de la recaudación del Estado, en torno a 60 y 80 mil millones de euros. Según Gestha, el sindicato de los inspectores de hacienda, cada año se defraudan 165.000 millones en nuestro país.
Los políticos se han convertido en acólitos del sistema capitalista, de las instituciones supranacionales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Siguen todas sus directrices, y si entre ellas está la modificación de la Constitución del pueblo español también se hace, incluso sin referéndum de consulta. Dilapidan la democracia, convirtiéndola en una piñata de la que se adueñan. Han perdido sus objetivos reales, la creación de una sociedad más justa e igualitaria en todos los niveles. Están desmontado el Estado del Bienestar que tanto costó construir. Hacen pagar la crisis a los ciudadanos, principalmente a la clase media, privatizando la sanidad, la educación, los transportes públicos, etc. El fruto del esfuerzo de todos los contribuyentes, en especial de los trabajadores españoles que con sus impuestos han conseguido crear un Estado con mayor calidad y nivel de vida, ahora es entregado mediante privatizaciones a una minoría afín al poder político en el gobierno. Seguirán buscando el modo de hacer negocio del bien público para convertirlo en beneficios particulares.
La economía capitalista es cíclica, cada cierto tiempo se dan crisis estructurales que cada día son más fuertes debido a que el nivel especulativo no ha dejado de crecer. La economía “crece” con base en la corrupción, la entrega de la soberanía, la manipulación de cifras y la especulación. Los mercados bursátiles se mueven constantemente en función de determinadas declaraciones de agencias de calificación o de los jefes de los gobiernos mundiales que participan del sistema. La rumorología agita las bolsas, produce aumento o disminución del valor de la acción. En el fondo, el precio de cada acción no es el real. De la confianza para invertir se pasa al miedo a la inversión, y los únicos que lo hacen son especuladores expertos en ese casino, que buscan un beneficio a corto plazo aprovechándose de alguna coyuntura en particular. Se pueden aplicar los mismos términos a la construcción y al sector inmobiliario que han estado obteniendo inmensos beneficios. Es democracia de superficie y tiranía de fondo. Puedes votar pero nada va a cambiar, tienes derechos y libertades, pero sólo sobre el papel. Puedes quejarte y manifestarte si el delegado de gobierno de turno lo permite; si no, serás perseguido y golpeado por las fuerzas de seguridad del Estado, por los mismos policías que reciben el salario de los impuestos que pagas.
Desde hace muchos años se venía observando lo que iba a ocurrir en España, pero nadie hizo nada, no interesaba cambiar. La burbuja inmobiliaria en el sector de la construcción no dejaba de crecer con el abuso del precio de la viviendo, que aún hoy en día no tiene relación con el valor real. A esto hay que sumarle la doble burbuja hipotecaria e inmobiliaria en EE.UU., cuyo detonante fue la quiebra de entidades prestamistas en hipotecas de alto riesgo conocidas como subprime, acosadas por impagos crecientes de deudores afectados por altas tasas de interés, caída del valor de las propiedades –a menos del valor de las hipotecas-, y reducción de los ingresos laborales.
Muchos bancos e inversionistas, afectados por las turbulencias en el mercado de créditos "subprimes", habían tomado riesgos que excedían su tamaño y capacidad de respuesta, llevados por la codicia de devengar mayores intereses.
Se han estado aprovechando del pueblo para lucrarse, y ahora hacen que sea el pueblo quien pague la crisis que ellos produjeron, bien mediante más impuestos, reducción de salarios, eliminación de subsidios y beneficios sociales, desahucios o desmejora de las condiciones laborales. El gran objetivo de esta élite culpable de la crisis es el desmonte del Estado del Bienestar, apropiándose de sus instituciones con la excusa de que no es sostenible, que es un gasto brutal para el Estado. Ellos que han venido siendo rescatados con sumas millonarias, ya sea en forma de subsidios, aranceles, licencias, privatizaciones o físicos rescates. Con la crisis se están haciendo más ricos. Así observamos cómo la venta de coches ha disminuido en todos estos años, sin embargo, la de los de lujo ha subido al igual como ocurre con las viviendas.
Cuando se consiga salir de la crisis esos beneficiarios tendrán todavía más riqueza que cuando empezó. En tanto en cuanto, el resto de la sociedad sí se habrá empobrecido, al haberse convertido en objeto del desmesurado afán de extracción de plusvalía. Ésta ya no se extraerá más mediante el pacto social, que si era injusto antes, ahora es aberrante. Se rompe la sociedad en dos: ricos y pobres. Desaparece la clase media que es la que soporta el sistema socialdemócrata. De la socialdemocracia hemos pasado a la dictadura del sistema económico, cuyos agentes los bancos y las grandes corporaciones empresariales controlan a los políticos. Están convirtiendo la sociedad en un mercado de señores y siervos.
La insignia del 15M, Democracia Real, habla de construir una sociedad entre todos, donde las prioridades de una sociedad avanzada estén centradas en la igualdad, el progreso, la solidaridad, el libre acceso a la cultura, la sostenibilidad ecológica, el desarrollo y el bienestar de las personas. Partiendo de esto se deben asegurar unos derechos básicos, como a la vivienda, al trabajo, la educación, la salud, la participación política, el libre desarrollo personal, y el derecho a los bienes esenciales para una vida plena. Se debe entonces cambiar el funcionamiento del sistema económico y gubernamental. Este no atiende a las prioridades del ser humano, y se convierte en un obstáculo para su progreso.
La finalidad del sistema actual es la acumulación de dinero por encima del hombre y del Estado del Bienestar, que tanto tiempo y sacrificio ha requerido para su construcción. El capitalismo despilfarra los recursos, destruye el planeta, genera desempleo, desamparo social –véase la cantidad de indigentes- y consumidores infelices. Es necesaria una revolución social, política, económica, que construya una sociedad donde prevalezcan los derechos de las personas y no del capital.
Esta es la esencia del movimiento 15-M. ¿Vamos a permitir el hombre y los pueblos que una élite minoritaria siga controlándonos? ¿Permitiremos que sigan creando un mundo para ricos? Marx no desvariaba cuando hablaba de la lucha de clases. ¿No es tal lo que vemos hoy, lo que se impone a los legos y aún a los enemigos del marxismo?
Rebélate no seas esclavo, piensa y haz pensar, no te conviertas en una máquina, no seas zombi, levántate y anda, sé conciencia y serás libre. Ésta rebeldía nace de la inteligencia no de la violencia. Son los llamados esperanzadores que se oyen en la plaza de Madrid.
Actitud nacida en la mente y en el corazón afincados como debe ser, en la maestra realidad. Y dentro de ésta, la de la violencia que por lo pronto y hasta nueva orden de la Historia, tiene a los pueblos como víctima, como que ya se ve sangre en las calles: en Madrid, en Atenas, en París, Santiago y en Washington.
¡EL 15M también cree que otro mundo es posible!
Revista Taller N~ 28
Iñigo Egurrola Pueyo .Licenciado Humanidades Universidad Carlos III
Luz Marina Lopez . Historiadora Universidad Patricio Lumumba
IEP y LML/PaCoCol
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