miércoles, 18 de enero de 2017

Armando Orozco Tovar

Luis Carlos Domínguez Prada



    Muy delicado de salud se encuentra un hombre emblemático de la izquierda y la revolución colombiana,  nuestro camarada, poeta y pintor Armando Orozco. Su gesta se remonta a más de cincuenta años cuando apenas salido de la adolescencia arribó a la capital desde su patria chica, las alucinantes tierras del Chocó, y desde entonces se dedicó a fatigar las calles y cafés bogotanos en lo que ya era lo suyo y habría de serlo siempre, la conspiración.



    Y en  trance conspirativo se encontró con una bella estudiante que andaba en las mismas: repartiendo panfletos en apoyo de la revolución, denunciando los oprobios del régimen y  llamando a los jóvenes que quisieran cambiar el mundo, a que lo hicieran de verdad sumándose a quienes ya estaban en esas por las montañas de Colombia.   Desde entonces, y de esto hace ya más de cincuenta años, Armando e Isabel García Mayorga, han sido inseparables. Ellos, sin necesidad de proclamarlo, han cumplido a cabalidad el juramento que hacen –y pronto repudian-, quienes se desposan  por el rito católico: juntos en la fortuna y en  la adversidad, en la tristeza y en la alegría, en la salud y la enfermedad….


    Almas gemelas si existieron dos, no hubo aventura, riesgo, empresa o sueño justiciero que no compartieran. Inclusive se quejaba Armando en los últimos años de que le tocó dedicarse a la pintura, porque siendo él ya poeta reconocido, le salió competencia en la casa. ¡Y con qué éxito! “Todo abril y lo que va de mayo”, fue el poemario con el que Isabel se consagró en el celoso medio poético.  Siendo su fuerte  la poesía y la literatura infantil, vocación que sólo florece en espíritus sutiles como el suyo. Y así llevaron la vida: entre la poesía, la pintura, la revolución, el Partido, la solidaridad, el periodismo militante en el semanario VOZ y las tertulias con los amigos que parecen ser todos los que transitan, vagan o vegetan por estas calles. Con dificultades sumas se comprenderá. Pero con una sabiduría sacada de algún extraño manual de su rica biblioteca, la han sabido solventar porque sin que ninguna de esas actividades que una tras otra llenan sus días les genere ingreso fijo ni seguro,  ellos han realizado la magia de poder vivir en olor de poesía, de solidaridad y de tertulia, y no morir en el intento.


    Armando e Isabel, tienen además  la virtud escasa de la generosidad sin límites, rayana en el estoicismo. Todo lo entregaron, sin reparar en sacrificios, ni reclamar reconocimiento. Éste lo tienen  múltiple pero espontáneo y silencioso en el corazón de sus allegados, más que en el oropel del acto público y el refulgente lauro que tanta vanidad satisface. Quien esto escribe fue testigo hace poco de ese desprendimiento sin par: estaba Armando recluido en la clínica donde le diagnosticaron la grave enfermedad que desde ese día  lo tiene postrado. Uno de los problemas agregado a su dolencia -natural en plena apoteosis neoliberal-, es el de los costos que comportaba, para los cuales no había recursos. Llegó a visitarlo el secretario general del Partido, y Armando preocupado por la falta de recursos,  le propuso que ya que  tenía un óleo muy elaborado y de gran tamaño que quien se lo encargó no lo recogió, él lo entregaba para que se  rifara a fin de ayudar a las finanzas del Partido.


    Armando Orozco está y permanecerá gratamente en la memoria de los miles que a lo largo de muchos años lo vimos de primero prestando guardia ante el féretro  del camarada asesinado, de primero marchando los primeros de mayo, de primero solidario  en el mitin y en la huelga, y de primero cabalgando, Quijote de Quibdó arremetiendo a lanzazos contra los que maltratan viudas,  humildes y desvalidos.


Comisión de Solidaridad con los presos políticos  Partido Comunista

Bogotá, 16 de enero de 2017

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