sábado, 13 de septiembre de 2014

Alejandro Gómez Roa, querido amigo y entrañable camarada

Alejandro querido amigo y entrañable Camarada. Fueron tantas las facetas de tu rica personalidad desplegada en una múltiple e intensa  actividad, que resulta difícil hacer una semblanza que las contenga a todas. Este momento sin embargo, esta asamblea de amigos entre contrita y festiva como corresponde a nuestro talante  de militantes de la vida, atestigua ese hecho: que si así fuéramos todos los comunistas, ¡qué fraternal, qué productiva y  aún reconfortante sería la dura brega  que asumimos!



Porque Alejandro recorrió el amplio espectro de posibilidades que abre la vida cuando se la asume desde nuestra militancia como debe ser, desde un humanismo integral. Joven fundador y dirigente de la organización estudiantil en sus vertientes  secundaria y universitaria, activista contra la sanguinaria dictadura civil y  militar de los años cincuenta del siglo pasado, dirigente nacional de la Juventud Comunista y funcionario del Partido Comunista cargo en el cual desempeñó múltiples tareas organizativas y de dirección en todo el país. Pero al tiempo de ello, Alejandro cultivó la música, la poesía, el ensayo y la literatura, las cuales fueron para él otro frente de trabajo político y social.


Y no podía faltar la cárcel, el conocido accidente de trabajo que en nada minó su moral sino al contrario, la fortaleció. Y la aprovechó con una intensa actividad cultural y política. Escribió un denso ensayo sobre la situación carcelaria en Colombia que tiene vigencia cincuenta años después, y que es también reportaje y novela amén de documento histórico apasionante porque contiene una extensa entrevista al más grande criminal de la época que se enorgullecía en decir que a la única persona a la que le había abierto su corazón era a “ese muchacho que está preso conmigo dizque por comunista.”


Pero son ya históricas las facetas de Alejandro en la solidaridad internacional, al punto de ser reconocido emblemático de ella. Pero  no olvidemos, Alejandro fue también  padre y esposo siempre al lado de Liliana su gran camarada. Y también fue amigo, con toda la carga de nobleza que conlleva esta palabra cuando su sentido es genuino.


Y en este momento del adiós a su cuerpo –recordemos, sólo a su cuerpo- colguemos otra presea sobre la memoria de Alejandro: en su largo y combativo trajinar, no dejó cicatrices en el cuerpo ni en el alma de quienes con él compartieron tantos años y escenarios.



Luis Carlos Domínguez Prada.


11 de septiembre de 2014    

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