sábado, 28 de agosto de 2010

Los Derechos Humanos y la situación de los Presos Políticos en las cárceles Colombianas


Todas las personas, hombres y mujeres que protejanlos intereses del pueblo, son merecedoras del más profundo respeto.
Meritorias de la mayor solidaridad y fraternidad, cuando las circunstanciasy lugar lo requieran.

El oficio del revolucionario es difícil, riesgoso, de grandes sacrificios
y sufrimientos.

Un oficio profesional de mucha constancia y milimetría, puesto que la revolución es la gran columna en la cual se apoya el desarrollo histórico de la humanidad.

El revolucionario debe sentirse orgulloso de su profesión.

Este es un oficio especial, no recomendado a todos, todos no pasan la prueba, algunos se fatigan apenas comenzado el trajín, otros se desalientan al no ver los frutos próximos y a los más los atrae la novelería, pero a la hora del compromiso, como plañideras buscan refugio en las faldas oscuras de la oligarquía y, en puestos burocráticos: ¡Suenan sus narices contrarrevolucionarias!

Ser revolucionario, es un privilegio:

que le otorgan los pueblos a sus hombres y mujeres más conscientes y valerosos, en ellos depositan toda su confianza y sobre ellos, recae toda la responsabilidad en el cumplimiento cabal de los objetivos propuestos.

La oligarquía no puede querer a los revolucionarios venidos del seno de pueblo; ella no quiere hacer ningún cambio, nada desea ceder, sus grandes fortunas permanecen incólumes y son más fortunas en la medida en que dispone a la fuerza lo poco que les queda a los pueblos para su precaria sobrevivencia, por cierto amarga y triste, perseguida y humillada.

Pero los revolucionarios populares, sí quieren intensamente a su pueblo,y por su pueblo van si es posible, hasta la muerte.

Los revolucionarios solo necesitan el amor de sus pueblos, con eso les basta y les sirve de acicate para consagrar sus vidas al servicio de los intereses y necesidades de la inmensa masa de desheredados de la tierra y del trabajo.

Un revolucionario no es por un momento o por una situación histórica especial.

No es porque se dio la oportunidad de ser " revolucionario " por un tiempo y luego se retira por cansancio o porque considera que ya aportó su papel a la revolución, como si la revolución fuera una oficina con horas prefijadas y nominales.

Una persona que participe en el movimiento insurreccional de un pueblo, por conveniencia o como dicen, por pantalla o descreste, que no sepa a ciencia cierta, qué es una revolución, sus leyes características y qué tipo corresponde a las necesidades de nuestro país; una persona que no quiere untarse de pueblo, detesta los sacrificios y los trabajos de responsabilidad, que transita muellemente por la vida conspirativa, de ninguna manera puede considerarse revolucionario y ni siquiera en la mejor de las palabras: Patriota; solamente es un oportunista que en buen momento y a buenos dividendos, señala y traiciona la justa lucha popular y a sus combatientes de vanguardia.

Una persona revolucionaria es clara
y precisa en su concepción ideológica
y política del mundo y la sociedad.

Conocedora por historia y por ciencia social, que las revoluciones nunca cesan, que constantemente hay que hacerlas, desarrollarlas, ganarlas, ya sea en lo político, en lo económico, en lo cultural, en lo militar, en el campo, en la ciudad, en todas partes, en todas sus formas y expresiones; las revoluciones y el trabajo revolucionario no se detienen con la toma del poder a través de la lucha armada, al contrario es en ese período de transición cuando se necesita ser consecuente y endurecido en la defensa de los intereses populares, ser más experimentados en el arte de la revolución, porque las revoluciones son de mucha dinámica, de mucha fuerza y exigencia.

las revoluciones sociales son imparables, de masas pujantes que marchan
hacia el futuro.

Haciéndose nuevas a cada paso, aportando progreso y bienestar y los revolucionarios van con ellas, ayudándolas a hacer, empujándolas, halándolas, mostrándoles su verdadero derrotero, llevándolas en su complejidad, de una etapa a otra, de generación a generación.

Hay que tener fe en el pueblo y en la revolución.

Organizarlo en la defensa y lucha de sus propios intereses, es una tarea nada fácil, pero sí muy dispendiosa de gran perseverancia y tenacidad.

No podemos olvidar que nuestros campesinos y trabajadores de la ciudad, generacionalmente han permanecido hundidas sus cabezas y esperanzas en la miseria, la humillación y la marginalidad, solamente trabajando la tierra y produciendo en las fábricas sin poder pensar o actuar libremente; las diferentes fuerzas opresoras en contubernio con otras obnubiles y retrógradas, los han mantenido embrutecidos y amenazados, obedeciendo dócilmente a los amos de turno y a los patrones internacionales.

Solo con el paciente trabajo y constancia de los revolucionarios, el pueblo se va despertando, se sacude así mismo, toma conciencia de su entorno real, mira al horizonte de sus esperanzas y con la revolución armada, gana la guerra de su liberación democrática y nacional en marcha al socialismo.

Estos conceptos lejos de ser teoría revolucionaria, son premisas fundamentales para guiarnos en nuestro trabajo a realizar en la búsqueda de una Política Revolucionaria para con los Presos Políticos, ya que ellos provienen de los diferentes estratos sociales de nuestro pueblo, unos del campo, otros de la ciudad, ejerciendo en la práctica, diversas actividades conspirativas de innegable valor en el desarrollo de la revolución colombiana.

Los revolucionarios y combatientes populares tienen muchos enemigos.

Y son perseguidos por todos los estamentos represivos de la oligarquía y cuando son capturados, cae sobre ellos todo el peso siniestro de las miserias y oprobios, pretendiendo con esta absurda y despiadada manera, desbaratarles el amor a su pueblo y a sus luchas libertarias.

El revolucionario en la cárcel es un preso especial.

Pues a diferencia de los otros, se encuentra en situación de encierro por enfrentar directamente al estado oligárquico, en defensa de los intereses de los trabajadores y el pueblo del campo y la ciudad.

En el pueblo colombiano hay gentes muy buenas, honradas y conscientes que quieren la revolución y asumen con gran responsabilidad, importantes papeles de participación y dirigencia.

Son luchadores natos, con gran carisma, voluntad y probado valor, dispuestos a todo en su trabajo y compromisos con las masas populares. Personas de mucho mérito y respeto; hay qué prestarles especial atención y trabajar en conjunto

con ellas; no se les debe utilizar para "ciertos trabajos" y dejarlas olvidadas cuando son capturadas por el enemigo, como si se les hubiera terminado la revolución o no fueran a salir jamás de la cárcel.

En las cárceles colombianas se encuentran centenares de combatientes populares en físico estado de desamparo, miseria y olvido; marginados de todo evento organizativo; solo les acompañan sus "alias" y siglas de las organizaciones de izquierda o patrióticas a las cuales pertenecen; son personas, hombres y mujeres, cuasi abandonadas a la suerte carcelaria.


Esta aptitud de abandono por parte de las organizaciones de izquierda o patrióticas, para con sus presos políticos, es a todas vistas, un grave error político, organizativo y revolucionario.


Durante décadas las cárceles colombianas, han sido llenadas por un sinnúmero de combatientes populares de izquierda o patriotas, que se han opuesto tácitamente a las oligarquías liberales y conservadoras; muchos han purgado largas condenas y perecido en ellas, padeciendo la atrocidad y humillación inferida por el estado oligárquico al servicio del imperialismo norteamericano.

Las organizaciones de izquierda no se han preocupado de manera alguna, por sus combatientes y militantes recluidos allí; les han volteado la espalda, dejándolos a la voluntad de los carceleros y juridicidad atrabiliaria de los opresores, haciendo más dramática la permanencia en esos recintos ominosos.


Normalmente los revolucionarios y combatientes populares que ingresan a las cárceles, lo hacen en condiciones de total indefensión: No tienen abogados que los representen en los debidos procesos; algunos se encuentran enfermos, en la absoluta pobreza económica; ingresan a
los patios donde no existen comités políticos y si los hay, están burocratizados, no garantizando a los combatientes que llegan, la ubicación digna y respetuosa en celdas o lugares apropiados de la reclusión. Muchos de estos combatientes provienen de zonas urbanas muy populares o de regiones rurales distantes a los sitios de reclusión. Otros son de la clase media, pero en general, sin ningún recurso económico que les garantice una defensa justa y una permanencia respetuosa y digna en las cárceles.

Compañeros combatientes, que en los lugares de trabajo político, militar, cultural, logístico, organizativo, etc., han dado lo mejor de su voluntad, consagrado toda una vida al trabajo conspirativo, tratando en lo posible de hacer las cosas bien, pero como en los procesos revolucionarios existen altibajos, se marcha en zig. zag, y como los luchadores populares no son súper hombres o mujeres maravillas y tampoco todo está terminado o perfeccionado, necesariamente cometen errores de trabajo y son copados por la superioridad o astucia del enemigo; estos combatientes son forzosamente separados de sus actividades revolucionarias y confinados en lugares donde se les pretende quebrantar su moral y hundirlos en la desesperación y el olvido.

Esa es la técnica deleznable utilizada por los carceleros de la oligarquía; pero no puede constituirse mucho menos, en la técnica o política de las organizaciones revolucionarias, para con sus propios militantes, simpatizantes o allegados. ¡Jamás puede serlo! Debe existir, desarrollarse y perfeccionarse toda una política amplia, real y efectiva de protección, defensa y apoyo para con los combatientes que por una u otra razón han sido capturados por las fuerzas de la oligarquía. No se les puede abandonar, no se puede ser indiferente a su suerte, no se puede hacer la revolución, dar gritos de triunfalismo a espaldas de las vidas y sufrimientos de centenares de personas, hombres y mujeres, que hacinadas discurren sus vidas en el total olvido e indiferencia de las organizaciones revolucionarias en las cuales han militado y todavía llevan en sus corazones orgullosamente.

No es comprensible que en las cárceles se encuentren combatientes populares en estado de abyección y de miseria; sin nada para comer, sin un centavo y sin lugar propio dónde dormir; deambulando en los patios sin ocupación alguna o realizando trabajitos degradantes, para poder sobrevivir.

¡Estos no pueden ser el orgullo y ejemplo de la revolución,la flamante bandera de las organizaciones de izquierda!

Da vergüenza, pero es una triste realidad: los presos comunes y hasta el lumpen, gozan de mejores beneficios y comodidades que los presos políticos; se dan casos en que son estos mismos presos, los que solidariamente prestan servicios y ayudas incondicionales a los combatientes recluidos.

Si no fuera por la comida del fondo, la mala comida que dan en las cárceles, muchos de estos compañeros se morirían de física hambre; si no fuera por la precaria solidaridad que brindan familiares y amigos, provenientes también de estratos sociales de escasos recursos, nada tendrían para vestirse o calzarse. Es duro decir esta verdad, pero no se puede ocultar.

Es la síntesis de la negligencia, desinterés y utilitarismo manifiesto
en las políticas de las organizaciones revolucionarias.

Políticas de hacia delante y no atrás; el que se quedó, se quedó y punto. Pero es una política de consecuencias fatales tanto para las organizaciones revolucionarias que la profesan, como para la revolución colombiana misma, puesto que el ejemplo entra por casa y si no hay transparencia y responsabilidad con los intereses del pueblo, el pueblo no siendo pendejo, sabe las cosas y retira su apoyo y sabiduría y la revolución sufre nuevamente un traspiés, desgastando inútilmente vidas y esfuerzos.

Combatientes olvidados, buenos luchadores que por circunstancias mismas de la guerra, fueron capturados por las tropas de la oligarquía, en el campo y la ciudad; trabajadores revolucionarios, intelectuales y militantes de base; hombres y mujeres que pusieron todo su empeño y dedicación en las tareas conspiradoras asignadas, ahora marginados como personas inútiles e inservibles para las organizaciones de izquierda; ¡cruel manera de devolverle al pueblo los servicios prestados!

Es menester reiterar, que es un grave error político, organizativo y revolucionario, despreocuparse por los revolucionarios y combatientes populares, que han sido capturados por las fuerzas de la oligarquía.

Estos compañeros, mientras no adopten posiciones diferentes a las inicialmente sustentadas en su apresamiento, continúan siendo revolucionarios y combatientes, merecedores de la estima y respeto de las agrupaciones revolucionarias y del pueblo; por lo tanto, no se les puede hacer "doble" su condena, al ignorarlos y desprotegerlos, desconociéndoles su inmensa capacidad de trabajo y disposición al estudio, que les permitirá elevar el nivel ideológico, político y cultural, empleando estos conocimientos en la investigación de la problemática carcelaria en particular y la realidad nacional y mundial en general.

Estas personas en los lugares de reclusión, disponen de buen tiempo para asimilar, profundizar y enriquecer los conceptos, lineamientos filosóficos y políticos, sobre los cuales se cimientan y crecen las estructuras revolucionarias de nuestro país.

Desde esos pútridos lugares de reclusión, emergen valiosos aportes que robustecen el derrotero de la revolución colombiana.

Muchos de estos presos políticos, cumplida su condena, se integran nuevamente a las filas revolucionarias y a los ejércitos del pueblo; lo hacen con más experiencia y voluntad siempre y cuando, haya existido para con ellos un sincero y eficaz espíritu de solidaridad y camaradería.

Aislarlos, abandonarlos a su suerte:

Primero, es no responder y velar sagradamente por los bienes humanos que a buena fe y confianza, el pueblo ha legado a las organizaciones revolucionarias para la defensa de sus intereses inalienables.

Segundo, es conducir a muchas de estas personas, honestas y buenas trabajadoras, a que se desmoralicen, pierdan la fe en el pueblo, en sus organizaciones combatientes y en la revolución colombiana, adoptando posturas y acciones criminales y contrarrevolucionarias, engrosando las fuerzas represivas de la oligarquía y por ende, golpeando duramente a las masas del campo y la ciudad y a sus líderes populares.

Las organizaciones políticas revolucionarias, deben urgentemente incluir en su estrategia de guerra general, una política clara, justa, eficiente y desburocratizada, de protección, apoyo y defensa de los combatientes y revolucionarios populares que han sido capturados y hoy se encuentran presos en las diferentes cárceles del país.

La carencia hasta el momento de una Política Revolucionaria para con los Presos Políticos, la negligencia de las organizaciones revolucionarias a desarrollarla, el abandono de sus militantes capturados, la indiferencia y "desconocimiento" del estado infrahumano de miseria, los hace ir en contravía de los preceptos con los cuales se fundamenta la estructura ideológica y política de esas organizaciones de izquierda.

Se vulneran los derechos fundamentales de sus mismos militantes y también los del pueblo, por cuanto todo lo que provenga del pueblo para bien del mismo, de igual manera debe ser protegido y respetado hasta las últimas consecuencias.


Por una Política Revolucionaria para con los Presos Políticos: trabajemos unidos en la investigación y estudio de la realidad carcelaria, y en su transformación digna y respetuosa.

¡Tras las rejas, aún el revolucionario guarda en su corazón, la suerte de su pueblo!

En el proceso histórico de la humanidad, los Presos Políticos, mujeres y hombres, han jugado un papel importante en las revoluciones sociales, como símbolo de resistencia a las clases que opresivamente detentan el poder.

Políticamente,
la cárcel es la continuación de la lucha revolucionaria,
bajo otras circunstancias.

La cárcel es como un duro temporal que tercamente quiere fatigar a las personas confinadas entre sus celdas y muros.

Pero más que un oprobio, la cárcel es para el revolucionario, ¡la dura fragua para templar su espíritu y voluntad combativos!

¡El revolucionario no debe jamás aferrarse al dolor de la cárcel, ni puede permitirse perecer en ella!

La cárcel es otro frente de trabajo revolucionario, tan complejo y delicado como cualquier otro rural o urbano.

No basta con saber combatir bien para vencer a los ejércitos de la oligarquía; ni estos siempre se visten de camuflaje; aunque en la realidad histórica actual, la lucha armada es la máxima expresión de nuestro pueblo para hacer respetar sus conquistas y derechos y combatir militarmente a las tropas antipopulares, no quiere decir con esto, que en todos los terrenos sea necesariamente armada.

Hay que ser hábiles en las diversas formas de resistencia a la opresión.

La cárcel, aunque parece aislada de la cruenta realidad del país, es un “siniestro foso de cemento” donde se pretende degradar el espíritu insurreccional de los pobres.

Por lo tanto, la cárcel es un baluarte donde de manera paralela a las luchas extramuros libradas por los ejércitos guerrilleros, el revolucionario también libra acciones encaminadas a fortalecer la filosofía y política de cuadros fieles a la causa de su pueblo.

El revolucionario en la cárcel es un combatiente en reserva, preparándose para el cumplimiento de su deber con la nueva patria y contra sus enemigos: la oligarquía y el imperialismo yanqui.

En la cárcel hay mucho por observar
y emprender:

Se observa la vileza de las clases dominantes en su manera de tratar al opositor; su rabia y odio por quienes piensan en un orden social más humano, digno y equitativo.

Se emprende una nueva tarea: ¡La de Resistir! La de no conturbarse ante la provocación, la de “Con la más fina tolerancia, amolar tras las rejas el espíritu revolucionario, para cortarle el alma al opresor.” (Camilo Torres Restrepo)

Es cierto que la cárcel le saca lágrimas de frustración al revolucionario por haberse dejado apresar, por cesar temporalmente el trabajo encomendado afuera, por la dureza misma del encierro.

El revolucionario sabe de la existencia y riesgo de la cárcel, pero no está preparado para enfrentar su crueldad de hierro y concreto: más ¡ahora, hela ahí, como feroz animal, acorralándole su libertad!

Tras las lágrimas que le entristecen llega la serenidad y con ella, su inagotable condición de luchador popular.

¡Surgen otras tareas políticas para realizar, un nuevo terreno a ganarle al enemigo!

¡Un nuevo frente de lucha, nuevas tareas a realizar, un sólido espíritu revolucionario!

La cárcel es una transición en la vida de algunos luchadores libertarios, quizás la más difícil, ¡pero se puede hacer de ella, todo un tratado de resistencia revolucionaria!

Ya no son las armas, ni los recintos sindicales, ni las arduas marchas rurales, ni la agotadora conspiración urbana; ahora es una lucha mayor, en un espacio reducido: es la lucha del espíritu del pueblo, su resistencia moral contra el oprobio miserable del estado opresor; es el orgullo y la entereza revolucionarios, contra el despotismo de las oligarquías.

¡Y la Orden es Vencer: Revolucionariamente Vencer!

La cárcel hay que convertirla en otra arma por la libertad; con inteligencia y perspicacia, sus calabozos hay que transformarlos en aulas para elevar continuamente el nivel cultural y político y porqué no, para profundizar en las estrategias y tácticas militares, que permita al revolucionario ser más invulnerable ante el enemigo.

La organización,la disciplina,el trabajo y estudio político,la camaradería,las buenas costumbres y modales,
el respeto mutuo,la tolerancia, entre otras,¡es lo que diferencia diametralmente a los revolucionarios de los carceleros y demás presos en general!

Cuando hay mucho por hacer, no se puede ser débil:

¡Camaradas encarcelados,entrad en acción!

“Ahí dentro, es cuando el revolucionario,
debe constituirse en ejemplo
de transformador social,
garante en la búsqueda de la libertad.”

P
a
r
a
un revolucionario,
la cárcel
no es lo mejor,
pero es peor
ser capturado por la oligarquía,
torturado
y
l
u
e
g
o
desaparecido;
sería,
como si al árbol
de la vida,
le cortaran sus raíces:
no habría
calor en los hogares,
ni
pan,
ni
sopa
en las mesas,
y en los rostros de los pobres,
nada de alegría,
todo sería triste
y sin sentido;
tras las rejas,
el revolucionario
guarda en su corazón:
la suerte
de su
p
u
e
b
l
o.

“Si La cárcelfuera para todos,irían unos pocos,menoslos pobres.”

Compañeros encarcelados, los he convocado a entrar en acción, quiero decir con esto, que es menester estar siempre ocupados trabajando e investigando durante el período de reclusión.

Hay mucho por conocer y resolver, pues en nuestro país, las cárceles son muros blancos que están dentro de las ciudades o próximas a ellas, de las cuales se desconoce “esa alma de miseria que se retuerce en sus entrañas,” esa alma ácida que carcome y consume a las gentes de nuestro pueblo, quienes inocentes o culpables, son las que con mucho dolor han sufrido los horrores que durante lustros, en la amarga y despiadada historia carcelaria, les han proferido las oligarquías.

La cárcel es una dura realidad que forzosamente ahora les toca a ustedes y no pueden cruzados de brazos, resignarse a su suerte.

Para los luchadores populares, los muros de la cárcel, no pueden ser como los de Israel: muros de lamentaciones.

Los muros son blancas hojas de papel para escribir en su interior, la nueva jurisprudencia revolucionaria, acorde a la realidad social y en proyección a la conformación de un estado de derecho democrático popular.


Nuestra sociedad que se fundamenta en el rígido espíritu capitalista, ha instituido en la cárcel, “su cuerpo sólido de represión,” con una estructura jurídica deleznable.

Esta sociedad, todos los días es más suntuosa en el desarrollo de su ciencia y tecnología, y en la misma medida, más atroces sus sistemas represivos y carcelarios.

La cárcel, de su dolorosa y apabullante vida intrínseca, su dilatada esperanza de libertad, su desgarradora tragedia humana, que hace llagas en las carnes y almas de los pobres recluidos, poco es lo que se sabe, casi nadie hace pública su perversidad intramuros, por que la infamia del abrumador sistema represivo, siniestramente la desconoce u obnubila.

La cárcel, “cuerpo sórdido de represión,” se erige como catedral, por toda la geografía del país, y junto a ella, el tácito acuerdo de las clases dominantes en silenciar la crueldad instituida en la práctica física y moral de muros hacia dentro.

El filantropismo del orden jurídico penitenciario actual, no es más que un sofisma de distracción, puesto que en la realidad de los patios y celdas de reclusión, los internos sufren intensamente a causa de los degradantes e inhumanos castigos infligidos por los guardias, con la soslayada anuencia de las corruptas burocracias carcelarias.

Las cárceles en nuestra sociedad, poseen una íntima relación con los campos de concentración nazis, pues en ellas se minimiza al individuo y pretende convertir a la masa reclusa, en escoria social.

Las cárceles son tenazas de miseria y olvido, hechas para destruir sistemáticamente a las personas, envileciéndolas, negándoles a la vez, la oportunidad de retornar a la vida ciudadana.

Centros de “resocialización” para hombres y mujeres, por cierto los más humildes de nuestra población, quienes penosa y desoladamente purgan su infracción social, cual roedores e insectos, hacinados tras las rejas.

Fuera de las rejas, la prolongación del drama carcelario alcanza a las familias y amigos de los reclusos, quienes soportando las requisas y cateos, vejatorias y humillantes, se enfrentan a la vez, con los “profesionales del derecho,” quienes faltos de ética, aprovechan la confusión que genera la detención y el confinamiento, el desconocimiento de derechos fundamentales y penales, para estafarlos con falsas promesas de pronta libertad, de habeas corpus, rebajas de penas, etc., solicitándoles dinero adelantado y hasta bienes muebles, para apoderar el caso, distrayéndoles luego con triquiñuelas de carácter jurídico, incumpliendo desvergonzadamente con lo acordado, dejando al recluso y sus familiares en el olvido y en la más profunda miseria, todo a la vez, con la tolerancia y complicidad de algunos jueces, que también sacan dividendos del abuso inescrupuloso cometido contra estas personas ingenuas e indefensas.

Cualesquiera que sean el carácter ideológico o político de una sociedad, debe apartarse de la tipificación absurda de estos estilos de cárceles y de profesionales del derecho, puesto que la punicidad no debe sobrepasar la esencia misma del universal fundamento a la dignidad y respeto humano.

En su represión, la jurisprudencia no puede degradar a la persona, por más criminal que sea; basta con sancionarla de su participación civil en la sociedad, para no confinarla a vivir oprobiosamente como excremento de celda.

La sociedad que contemple o tolere estos procedimientos inhumanos, se hace repudiable, por más técnica, democrática y progresista que parezca.

Compañeros encarcelados: con gran responsabilidad y espíritu científico, debemos asumir prioritariamente la tarea de mostrarle al país y al mundo, la corrompida y nauseabunda realidad de las cárceles, donde las oligarquías liquidan jurídica y físicamente al pueblo colombiano.

Ante la ignominia, no podemos permanecer callados.

Los convoco a investigar para demostrar y exigir el cambio del execrable régimen carcelario instaurado por las oligarquías en nuestro país.

Denunciemos sin contemplación a los mal llamados “profesionales del derecho,” que abusan, esquilman y engañan a los presos y a sus familiares.

“Ser revolucionario,es ya un oficio peligroso,de alto riesgo,degrandes exigencias,sacrificios inmensos,dolorosas vicisitudes
y probada templanza;un oficiono confiado a todos,sinoa losmás abnegados y hábiles,enel espírituyel trabajoconspirativo.

“Pero el revolucionario que sea apresado,no deja de ser por eso,un elemento valioso en la lucha revolucionaria.”
Camilo Torres Restrepo

Compañeros encarcelados: La vida exterior y la vida en la cárcel, por sus características particulares, son diametralmente opuestas.

Afuera, las personas gozan virtualmente de “libertad de movimiento,” participan de las actividades de la sociedad, realizan variedad de tareas y encuentran el retorno afectuoso al lugar en que moran.

En reclusión, ya todo es limitado; se vive bajo una estricta potestad disciplinaria, donde por lo general, las personas infractoras se tornan sombrías, transformándose lentamente abúlicas e indiferentes al acontecer social.

El individuo, queda atrapado en la desazón del cautiverio.

Individuos forzados a constituirse en masa, identificados circunstancialmente por su condición de confinados, por su trasgresión a las leyes establecidas por el estado, por la convivencia y participación precaria y ominosa en el espacio y tiempo en que se encuentran.

Masa reclusa y heterogénea en la conceptualización de la vida e intereses personales y sociales.

Masa inestable, de gran movilidad en sus componentes, puesto que de la manera como se conforma y ensancha, así mismo, se disgrega y estrecha en la medida que se resuelven o cumplen los procesos y las condenas.

Masa carcelaria conformada por reclusos sindicados y transitorios los unos, y condenados a mediana o física perpetuidad los otros.

Solamente realizando una investigación y un estudio sistemático y minucioso de la conformación y estructuras sociales, económicas y culturales de la cárcel, permite a los revolucionarios asumir con responsabilidad y precisión el agrupamiento, neutralización y disposición de los internos, para realizar exitosamente los correspondientes trabajos reivindicativos en el lugar de confinación.

Con los internos sindicados o transitorios, el trabajo reivindicativo conlleva a exiguos resultados; aunque afectados directamente por el oprobio y la miseria de la cárcel, son renuentes a participar de cualesquier compromiso, por cuanto en su mayoría, la esperanza inmediata de libertad los distrae, solo anhelan y se concentran en el retorno a sus hogares y familias; pero tampoco se les puede dejar de motivar a participar en pequeñas tareas y trabajos que apoyen la esencia de las peticiones y reformas humanitarias en beneficio de la población carcelaria en general.

Los internos cuya permanencia en la cárcel es prolongada, y por las necesidades mismas surgidas de la dura realidad en que se encuentran, son los que están más dispuestos, se interesan y luchan por mejorar sus condiciones de vida.

Por lo tanto, a estos internos, independiente de las causas jurídicas por las que fueron recluidos, deben los revolucionarios, tenerlos muy en cuenta para constituir las fuerzas de apoyo en las búsquedas y acciones reivindicativas fundamentales.

Es menester saber que las personas privadas de la libertad conservan la plenitud de su dignidad humana, y siguen siendo titulares de derechos fundamentales, cuya vulneración está prohibida a los jueces y a las autoridades carcelarias.

Estos derechos a la integridad personal, al debido proceso, a la defensa y pronta definición de su situación jurídica, a la salud, al trabajo, a la educación, deben otorgárseles aún a quienes han sido condenados por la comisión de diversos delitos, exigiendo así un reconocimiento efectivo de los derechos universales, contemplados en la Constitución Colombiana.

Teniendo en cuenta lo citado y a pesar de su estado de reclusión, es a la masa infractora a quien principalmente corresponde desarrollar las tareas importantes en beneficio de la humanización de las cárceles, contando para el fin, con el apoyo perseverante y comprometido de los familiares, amigos, abogados y jueces defensores de los derechos humanos.

Los revolucionarios son el núcleo en torno al cual se congregan todas estas personas, para llevar a cabo el fin humanitario propuesto.

Como investigadores y estudiosos de la realidad social que los rodea, no pueden permanecer indiferentes o apáticos ante la problemática y necesidades de la población confinada.

Por eso les corresponde fijar sabiamente los derroteros reivindicativos de la masa carcelaria.

Entonces, ahí dentro, es cuando el revolucionario debe constituirse ejemplo de transformador social, garante en la búsqueda de la libertad; debe volverse oficioso, tomar la iniciativa y llevar consigo a la masa reclusa hacia trabajos que le permita mantener en alto su sentido de dignidad por la vida.

Compañeros confinados: Les he manifestado que la vida en la cárcel es extenuante, angustiosa y avasalladora, y su propósito funesto es humillar, embrutecer y rendir a las personas reclusas, en especial, a las que han sentado un principio de oposición y acción directa contra la política criminal del estado oligárquico.

Debo reiterarles que:

“A la cárcel no se va a morir.”

Por que a pesar de sus rejas, sus guardias, sus muros, la mezquindad de la reclusión, los revolucionarios templan sus fuerzas y su espíritu en la organización y en la disciplina; allí desarrollan la acción de su vanguardia, y la lucha contra la opresión y la corrupción: la tornan heroica.

Es allí, donde los revolucionarios, en medio de las condiciones difíciles en que conviven e indignados por lo inhumano de la reclusión, retoman la esperanza, la convierten en instrumento de guerra y distribuyéndola entre todos: La hacen causa común en defensa de la dignidad de sus vidas, acorde a sus derechos fundamentales.

“La opresión ejercida contra el pueblo,se constituye en fuerza motriz,en constante actividad conspiradora, en inmensa capacidad de lucha,en imperiosa necesidad de transformación social.”

¡Unidos Venceremos!

Tío
Salvo

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